Carta a los lectores

Carta a los lectores por Pablo Cervera Barranco

Querida familia Magnificat:

El mes de marzo es, por excelencia, el mes de san José. En la historia de la vida espiritual y teológica de la Iglesia, la acogida, conocimiento e importancia del Santo no ha dejado de crecer. Y eso que es muy poco lo que nos dicen los evangelios de él. Los últimos papas testimonian esa creciente importancia: san Juan Pablo II con su gran documento Redemptoris custos y, más cercanamente, el papa Francisco con su bello escrito Patris Corde.

La acogida del Santo y de la misión que Dios le confió manifiestan la temperatura espiritual de la Iglesia, el grado de su capacidad contemplativa del misterio del Redentor en aquel al que fueron confiados los primeros pasos del Verbo Eterno de Dios en la tierra. Si nuestra civilización tiene una carencia es la de la figura y presencia del padre. Por eso, la mirada hacia el que ha sido llamado «la sombra del Padre» nos ayudará a colmar ese vacío: oración, trabajo, acogida de la voluntad divina en todo trance, silencio, entrega fuerte, confianza en el tránsito a la eternidad. Todos estos son aspectos del esposo de María y padre de Jesús. No podremos amarle y acogerle si no le conocemos. Los documentos de los papas nos ayudan en esta línea, no a modo de piedad débil o prescindible, sino como cauce de vida en nuestra condición de redimidos insertados en la gran historia de la salvación.

Para Semana santa

Recientemente entré en contacto con un cisterciense al que el papa Francisco hizo obispo en Noruega. Indirectamente, ello me ha hecho recordar y meditar sobre el lema de los cartujos: «Stat Crux, dum volvitur orbis», es decir, «mientras el mundo da vueltas, la cruz permanece».

Los días santos que nos disponemos a vivir en esta semana central del año para los cristianos completan el itinerario cuaresmal. A los pies de la cruz hemos dejado los pecados, ojalá, con una buena confesión. Si no, todavía hay tiempo. Solo a la luz del Cristo en cruz se entiende el pecado: «¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué ha hecho él por mí? ¿Qué debo hacer por él?» Esta semana puede seguir ayudándonos a profundizar en nuestra conversión, pero ojalá que vayamos más allá: abrazar al Crucificado como expresión de nuestra decisión de seguir, amar e imitar a Jesu­cristo. Al católico le asusta muchas veces la cruz. Sin embargo, es lo único que permanece firme y da vida: la cruz con el Crucificado. No es masoquismo, es amor de mi Redentor hacia mí y asumir la cruz es amar a mi Salvador. «Stat Crux, dum volvitur orbis». 

En Jesús y María,

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