El comentario de la portada

Una Navidad bajo el signo de la cruz por Pierre-Marie Dumont

Giovanni Ambrogio Bevilacqua fue un pintor lombardo (norte de Italia) del alto renacimiento. Activo casi al mismo tiempo que Leonardo da Vinci (1452-1519), a diferencia de su ilustre contemporáneo, no cayó totalmente en el renacimiento, esforzándose por lograr una síntesis interesante entre el realismo y el simbolismo, entre las contribuciones bizantinas, giottescas, góticas y renacentistas que habían marcado el arte italiano durante mil años, desde el siglo VI hasta principios del siglo XVI.

La obra que adorna la portada de Magnificat es uno de los pocos testimonios que quedan de una técnica pictórica original, llamada «tüchlein» y practicada por Durero. Esta técnica implicaba pintar directamente con témpera de huevo sobre lino finamente tejido sin preparar. Las obras conservaban un aspecto mate muy interesante, pero eran frágiles y poco capaces de soportar los estragos del tiempo. La razón principal para utilizar esta técnica era su carácter mucho más económico y práctico en comparación con los paneles de madera recubiertos. Desaparecerá con el advenimiento de la pintura al óleo sobre lienzo de lino más fuerte e imprimado.

En lo más alto de los cielos, Dios Padre, emergiendo de la nube con un ejército de querubines, se inclina hacia la tierra. Frente a él, un coro de ángeles canta el himno del Cielo: Gloria in excelsis Deo, et in Terra pax hominibus bonae voluntatis. ¡Los adoradores celestiales se vuelven hacia la tierra! Pero ¿qué está pasando en la tierra? ¡Estos ángeles cuya misión eterna es la alabanza de Dios no se dirigen a él, que está en lo más alto del cielo, sino a lo más bajo de la tierra, contemplando obviamente al más pequeño, al más desamparado, al más desnudo de los hijos de los hombres! ¡Y en la tierra, la que es bendita entre todas las mujeres, lejos de elevar sus ojos al Cielo, está toda consagrada –oh misterio insondable– a adorar a este niño recién nacido! Su hijo ciertamente porque, haciéndose eco del canto de los ángeles, su vestido inmaculado está salpicado con la palabra «Paz» tejida en oro. Pero la Escritura anuncia que ella será la madre del Príncipe de la paz.

Y he aquí que el Todopoderoso no se ofende porque los ángeles y su reina adoren al más bajo. Por el contrario, la trayectoria de su mirada y sus manos abiertas muestran que no solo bendice y asume lo que sucede, sino que también lo que sucede es cumplimiento perfecto de su santa voluntad. En su mano izquierda, manifiesta la clave de este gran misterio: su voluntad, la que pretende que se haga en la tierra como en el cielo, es que el universo creado sea colocado bajo el signo de la cruz, es decir, salvado y transfigurado por su Hijo único engendrado, con él y en él.

En la parte inferior de la pintura, el pintor nos da a meditar sobre la hermosa palabra de la Buena Nueva que cuenta su obra: cita el gradual gregoriano (respuesta tras la epístola) para las misas de las fiestas en honor de la Virgen María:

   Virga Jesse floruit: Virgo Deum et hominem genuit: Pacem Deus reddidit, In se reconcilians ima summis (Una rama de Jesé ha florecido: una Virgen dio a luz al que es Dios y hombre: Dios ha restaurado la paz, reconciliando en sí mismo lo más bajo y lo más alto).

Así, lo que el pintor quiso manifestar entre el pulgar y el índice de la mano izquierda del Padre sería la imagen de nuestra humanidad, llamada a ser perfectamente transparente a la divinidad de quien nació verdadero Dios y verdadero hombre de la Virgen María. Feliz Navidad, pues, aun cuando todo esto debe suceder bajo la señal de la cruz.

Pierre-Marie Dumont

Traducido del original francés por Pablo Cervera Baranco

María, adorando al Niño Jesús (Ca. 1500-1510), Giovanni Ambrogio Bevilacqua (1474-1516), Gemäldegalerie, Alte Meister, Dresde, Alemania. BPK, Berlín, dist. © RMN-GP/Elke Estel/Hans Peter Klut.