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Domingo 2 de Noviembre 2025
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Simon Vouet (1590-1649) es considerado el pintor francés más importante de la primera mitad del siglo XVII. Antes de regresar a Francia en 1527, permaneció en Italia durante mucho tiempo, donde adquirió prestigio y fama. Establecido en Roma, se casó allí en 1626 con la famosa pintora Virginia da Vezzo, tan notable –se decía– por su ingenio y talento como por su belleza. Una belleza que podemos apreciar porque Simón tomó como modelo a su joven esposa cuando, en el mismo año de su matrimonio, se comprometió a pintar la Santa Cecilia que adorna la portada de este Magnificat.
Su alma es arrebatada
Las fuentes antiguas nos dicen de santa Cecilia que, en la época del emperador Marco Aurelio, pertenecía a una noble familia romana, los Cecilii. Siendo cristiana, se compromete con un joven llamado Valeriano, a quien convierte al cristianismo. Después de su boda, habiéndose negado a sacrificar a las divinidades paganas, sufrieron juntos el martirio alrededor del año 220. Sin embargo, diversas tradiciones añaden que durante su boda –o, según otros, durante su martirio– Cecilia cae en éxtasis, embelesada por la música de los cielos. Este privilegio le valió el derecho a ser elegida patrona de los músicos, ya fueran compositores, intérpretes o fabricantes de instrumentos. Finalmente, en el siglo XIII, en su Leyenda Dorada, el beato Santiago de la Vorágine reunió, enriqueció y desarrolló todas las tradiciones que la concernían en una hermosa historia en la que los artistas no dejaron de inspirarse.
Aquí contemplamos a Cecilia, presa del éxtasis. Con la mirada puesta en el cielo, está paralizada en una actitud contemplativa. Ha dejado de tocar el órgano. Sus labios están cerrados, ya no canta. Ni una palabra, ni un gesto, ya casi no está en la tierra; su alma es arrebatada cuando se le concede participar en la armonía divina de la música celestial. Desde los dedos de Cecilia, que se despegan del teclado, en la parte inferior derecha, el artista traza una diagonal que estructura su obra y significa el paso de lo terrenal a lo celestial. Pasando por los ojos de la santa, luego en la parte superior izquierda por los querubines, esta diagonal sigue la mirada de Cecilia, que llega hasta lo más alto de los cielos, hasta el más allá, donde una música inefable celebra eternamente la belleza suprema de Aquel que está más allá de todo. Y he aquí que a Cecilia se le concede la gracia divina de unir el canto de su corazón con el coro de los ángeles y los elegidos glorificados.
La transfiguración de la música
Al mostrar una jerarquía en tres niveles de música, la obra de Simon Vouet se concibe como una catequesis litúrgica. En la parte más baja, representada aquí por el órgano, se encuentra la música instrumental, en la que el sonido proviene de instrumentos materiales. Luego, en un escalón más arriba, la música vocal, o mejor aún, la música coral –varias voces cantando juntas al unísono–, donde el sonido proviene de personas humanas creadas a imagen de Dios y, aún más, hijos e hijas de Dios, coherederos del reino de los cielos con su hermano Jesucristo, el Hijo de Dios. Y, finalmente, en el nivel superior –sugerido aquí por los querubines, pero situado más allá de la representación–, aparece la música celestial que procede de la contemplación eterna de la belleza de Dios y de la comunión perfecta con su ser.
Esta imagen nos enseña que puede haber –que debe haber– una continuidad armoniosa entre la música coral, cantada a coro con un solo corazón, y la inefable música celestial que pretende prefigurar. Esto se realiza eficazmente cuando el canto coral se convierte en una oración que ofrece toda la vida humana en comunión con la Eucaristía de Cristo Jesús y la transforma en alabanza al Padre. Así pues, cuando nuestro Magnificat nos ofrece unirnos cada día a la gran oración de la Iglesia, cuando cada mañana y cada tarde cantamos sus himnos unidos en un solo corazón a todos los bautizados, ¿acaso no se le da a nuestra voz el privilegio de entrar en el coro de la comunión de los santos y recibir un anticipo de la música celestial?
Pierre-Marie Dumont
[Traducido del original francés por Pablo Cervera Barranco]
• Santa Cecilia (Ca. 1626), Simon Vouet (1590-1649), Austin (EE.UU.), Universidad de Texas, Museo de Arte Blanton. © akg-images/Álbum.