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por Pierre-Marie Dumont

Santa Apolonia (1636)

por Francisco de Zurbarán (1598-1664)

Carta a los lectores

por Pablo Cervera Barranco

Querida familia Magnificat:

La Presentación en el templo, misterio trascendental de la vida de Cristo que celebramos este mes, nos descubre el ser profundo de Jesús: es el consagrado por excelencia, de ahí que el 2 de febrero celebremos también en la Iglesia el día de la vida consagrada.
Efectivamente, como primogénito, Cristo es ofrecido por sus obedientes padres que, así, cumplen la Ley. Siendo pobres, acompañan la ofrenda del hijo con la ofrenda de los pobres. Y aquí es donde, desde el silencio del evangelio, Lucas nos acerca al misterio profundo del hijo de María: los primogénitos eran rescatados, pero Jesús no lo fue. Era menester que quedara de manifiesto que Cristo pertenecía total y solamente al Padre: estaba consagrado a él, no solo desde la eternidad, sino también en su vida terrena.
José y María todavía no eran plenamente conscientes de ello, como se lo hace saber Jesús a los doce años, cuando se queda en el templo con los doctores. Los hijos son un don de Dios y él les muestra el camino que deben recorrer. Si es por la vía de la consagración, no los retengáis: recordad que no son propiedad vuestra, sino de Dios. Pocas alegrías mayores, no sin sacrificio, tendréis si Dios quiere a alguno de vuestros hijos para una dedicación total a él.
Recemos intensamente por los consagrados en la Iglesia, una de sus más grandes riquezas.


En Jesús y María,
Pablo Cervera Barranco

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El artículo del mes

Oremos por las intenciones del papa por Pablo Cervera Barranco

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