Carta a los lectores
por Pablo Cervera Barranco
Querida familia Magnificat:
En su magisterio, san Juan Pablo II mostró a Cristo sobre todo como Redentor. Recordemos algunos títulos de sus escritos: Redemptor hominis, Redemptoris Mater. Redención es liberación, regeneración, salvación, rescate… El magisterio de Juan Pablo II destacó especialmente la colaboración de la Virgen y de san José, a quienes celebramos este mes. La Virgen se asoció, con su sí, a la obra redentora desde la encarnación hasta el último latido de su Hijo, al pie de la cruz. San José insertó a Cristo en las profecías mesiánicas, introduciendo a Jesús en la estirpe de la casa real davídica, a la que pertenecería el Mesías. Preparó al Hijo durante los años de vida oculta, en los que Jesús ya estaba redimiendo el mundo. No pensemos que eso fue solo en la cruz.
Estos santos y la Cuaresma, que desemboca en el Triduo pascual, nos invitan a asociar nuestra persona y vida a Cristo redentor. ¿Los dolores, penitencias, cruces y enfermedades? Sí, pero no solo. Alegrías, gozos, trabajos, oración…todo es susceptible de ser asumido por Cristo si nosotros se lo ofrecemos y lo incorporamos a él.
Siempre he creído que es fascinante nuestro privilegio, pecadores redimidos como somos, de ser asociados a Jesucristo: «El que quiera venir conmigo ha de trabajar conmigo para que, siguiéndome en la pena, me siga también en la gloria» (San Ignacio, Ejercicios espirituales, 95). En esto consiste la Cuaresma y el Misterio pascual. Esto es ser cristiano.
En Jesús y María,
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