El artículo del mes
Oremos por las intenciones del papa Francisco por Pablo Cervera Barranco
«Red Mundial de Oración» (Apostolado de la Oración) durante el mes de Octubre 2024
Orar por el papa y sus intenciones pertenece a la esencia de la vida cristiana. Nuestra oración por el sucesor de Pedro se encuentra a diario en la plegaria eucarística, corazón de la celebración de la santa Misa: «Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, extendida por toda la tierra, y con el papa Francisco…»
El papa confía cada mes a su Red Mundial de Oración, el Apostolado de la Oración, dos intenciones (una anunciada al comienzo del año y la otra en la inmediatez del mes en curso) que expresan sus grandes preocupaciones por la humanidad y por la misión de la Iglesia. Son una convocatoria mundial para transformar nuestra plegaria en «gestos concretos». Resumen su plan de acción para movilizarnos cada mes por un propósito concreto que nos invita a construir un mundo más humano y más divino.
Por una misión compartidaOremos para que la Iglesia siga apoyando por todos los medios un estilo de vida sinodal, bajo el signo de la corresponsabilidad, promoviendo la participación, la comunión y la misión compartida entre sacerdotes, religiosos y laicos.
«Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña… Salió otra vez… Salió de nuevo… Salió y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”» (Mt 20,1. 3. 5. 6-7). Hoy, como ayer, la viña necesita de trabajadores. A todos se nos llama en todo momento del día (de nuestra existencia). La misión es de la Iglesia, de todos sus miembros, y cada uno participa en ella con sus dones, fuerzas y entrega. Nos anima la caridad de Cristo que «nos urge» (2 Cor 5,14): esa es la comunión de vida sobrenatural que corre «por nuestras venas». Solo así cabe la colaboración, la misión compartida, la corresponsabilidad. No se trata de que cada uno «haga su guerra». En el Cuerpo de la Iglesia no es posible «ir por libre», ya que todos estamos interconectados y tenemos a Cristo por Cabeza.
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«A aquellos a quienes asocia íntimamente a su vida y misión también les hace partícipes de su oficio sacerdotal, en orden al ejercicio del culto espiritual, para gloria de Dios y salvación de los hombres. Por lo que los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, tienen una vocación admirable y son instruidos para que en ellos se produzcan siempre los más abundantes frutos del Espíritu. Pues todas sus obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y de cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en “hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo” (1 Pe 2,5), que en la celebración de la Eucaristía, con la oblación del cuerpo del Señor, ofrecen piadosísimamente al Padre. Así también los laicos, como adoradores en todo lugar y obrando santamente, consagran a Dios el mundo mismo».
Lumen Gentium, 34
Ofrecimiento diario por la Iglesia y por el mundo
V/ Ven, Espíritu Santo,
inflama nuestro corazón
en las ansias redentoras
del Corazón de Cristo.
R/ Para que ofrezcamos
de veras nuestras personas y obras,
en unión con él
por la redención del mundo.
Señor mío y Dios mío Jesucristo:
por el Corazón Inmaculado de María
me consagro a tu Corazón,
y me ofrezco contigo al Padre
en tu santo sacrificio del altar,
con mi oración y mi trabajo,
sufrimientos y alegrías de hoy,
en reparación de nuestros pecados
y para que venga a nosotros tu reino.
Te pido en especial:
por el Papa y sus intenciones,
por nuestro obispo
y sus intenciones,
por nuestro párroco
y sus intenciones.